Una mañana de domingo en Zamora

Una hermosa mañana de domingo en la ciudad de Zamora. El reloj suena, y al mirar mi teléfono, veo que afuera hay una temperatura fresca de 4°C. Otro día, otro viaje comienza. El calor de una ducha caliente es un contraste bienvenido al aire frío, y sin embargo, mientras me preparo para el día que me espera, me sorprende lo rápido que ha pasado el tiempo. No hay nada más precioso que despertarse con la brisa fría rozando suavemente tu rostro, recordándote la cruda realidad de la vida, la belleza de la naturaleza y el profundo aprecio por simplemente estar vivo. Con un sentimiento de emoción tranquila, me siento lista, inspirada por el libro que he estado leyendo, preparada para afrontar el día.

El desayuno español y el camino a Salamanca

El desayuno de hoy fue un clásico español, pero con un pequeño giro: cereales sin gluten para llenarme y prepararme para el camino que me esperaba. Este toque adicional fue suficiente para cargar mis energías mientras nos dirigíamos hacia Salamanca, una ciudad que ha despertado mi curiosidad desde hace tiempo. Mientras me acomodo en el coche, no puedo evitar sentirme emocionada por visitar la ciudad que alberga la universidad más antigua de España y las catedrales nueva y vieja, con sus muros antiguos que guardan las historias de siglos pasados. Es fascinante pensar que se tardó más de 200 años en construir ambas catedrales, con la catedral vieja en pie desde hace más de 674 años.

Al acercarnos a la ciudad, me siento atraído por su encanto. Elegida como “Ciudad Europea de la Cultura”, se alza con un esplendor tranquilo, una ciudad llena de historia, pero con una vibra matutina serena. La ciudad parece seguir dormida, el aire es suave y pacífico, los únicos sonidos son el susurro de la brisa o el ocasional paso de alguien. Es cierto, la mayoría de las cosas en España no abren hasta las 11 a.m., y sonrío al pensar que, considerando la mañana fría, es comprensible que los locales disfruten de un ritmo más lento.

Plaza Mayor y la Catedral

Llegamos a la Plaza Mayor, donde me dejo llevar por la majestuosa arquitectura de los edificios. Me maravillo ante la artesanía de las piedras antiguas, cada pieza colocada con cuidado para crear esta obra maestra del esfuerzo humano. Al mirar hacia arriba, hacia los edificios altos e imponentes, recuerdo que con el tiempo llega la grandeza, cómo, con esfuerzo, las generaciones anteriores a nosotros han creado algo duradero. Giro el cuello para contemplar por completo las altas estructuras, y la inmensidad de la historia comienza a asimilarse.

A continuación, nos dirigimos a la Catedral Nueva, que ha permanecido en pie durante 591 años. Su estructura es simplemente impresionante. Los muros de piedra maciza están detallados de manera intrincada, y los toques dorados que captan la luz son simplemente fascinantes. La forma de la catedral es grandiosa, con arcos elevados y agujas que parecen alcanzar el cielo. Lo que captó mi atención fueron las esculturas y tallas más pequeñas, tan finamente detalladas que casi parecen cobrar vida, como si las historias que cuentan estuvieran destinadas a desarrollarse ante mis ojos.

La Universidad de Salamanca

Nuestra siguiente parada nos lleva a la Universidad de Salamanca, un lugar rico en historia intelectual. Es asombroso pensar que, en un momento dado, esta renombrada institución dejó de impartir clases durante 70 años. Mientras recorremos los antiguos pasillos, no puedo evitar sentirme asombrada por las paredes llenas de firmas de quienes han completado sus doctorados, cada una representa una marca de logro y dedicación. Una de las partes más emocionantes de la visita fue encontrar la rana sobre la calavera, un símbolo icónico de la universidad. La leyenda dice que encontrar la rana trae buena suerte para aprobar los exámenes, una tradición divertida que añade un toque de encanto a esta institución centenaria.

El "Cielo" de Salamanca

Luego, entro en una habitación tranquila y oscura para experimentar la magia de El Cielo de Salamanca. Al mirar hacia arriba, me encuentro con una vista fascinante. El cielo azul está ricamente adornado con detalles dorados, constelaciones y signos del zodiaco que brillan en la oscuridad. Entre estas maravillas celestiales, distingo a un hombre a caballo, con el sol brillando intensamente a su lado. A mi izquierda, una dama que representa a Virgo ocupa su lugar con gracia, mientras que las balanzas de Libra se equilibran delicadamente en la distancia. Estas imágenes no están simplemente pintadas; son parte del cielo mismo, tejidas en un tapiz que habla del destino, el hado y la sabiduría ancestral de las estrellas.

La quietud de la sala me permite sumergirme profundamente en el momento, como si estuviera bajo los mismos cielos. Alargo la mano hacia mi cámara, pero luego recuerdo que no se pueden tomar fotos aquí. Este no es un momento para ser capturado; es uno para ser sentido. La belleza, la sacralidad y la atemporalidad de la escena me abruman, dejándome en un estado de asombro ante la maestría artística que tengo sobre mí.

La guitarra y la misa en la Catedral Nueva

As I walk through the city, I hear the soft strumming of a guitar, a man playing by the new cathedral. The sound is magical, the music pure, and it fills the air with a kind of divine artistry. I pause, letting the melodies wash over me, before heading inside to attend Mass. The church is awe-inspiring—the sculptures, stained-glass  and imprinted glass windows with saints and sanctuaries are all breathtaking. My gaze is drawn upward as the choir begins to sing, signalling the start of Mass.

Hay una calidez en mi corazón mientras presencio la misa, una sensación de paz mientras escucho al obispo y me uno a la oración. La belleza del servicio se hace aún más especial al escuchar el evangelio en el idioma que más amo, el español. Me encuentro rezando, alternando entre inglés, español y portugués, mi mente y mi corazón sincronizándose con las oraciones familiares. Es una experiencia hermosa, que me llena de paz espiritual.

El hotel y el almuerzo

Después de la misa, nos dirigimos a nuestro hotel, aunque nos perdemos en la ciudad, incapaces de encontrar el correcto. Después de mucha confusión y algunos momentos divertidos, finalmente nos instalamos en el hotel correcto. Desde allí, nos dirigimos a la casa de los amigos de nuestro profesor para un almuerzo delicioso. Las tortitas (pequeños pasteles ricos) y la ensalada nos llenan perfectamente, pero es la carne dentro de una calabaza la que se roba el espectáculo. Es el plato más delicioso que he probado en España, rico y reconfortante en cada bocado. Incluso nos regalan algunos productos de La Rojas, un lindo recuerdo del día.

Subiendo a la cima y vistas de Salamanca

Later, we visit the Pontificia University of Salamanca, where we climb 200 flights of stairs to reach the top. The climb is tough, my legs feel the burn but  the view of the city is worth every step. We are so close to the great bells that I can almost hear them ring in my bones. From the top, the city spreads out before me, beautiful and full of life. We walk on, finding ourselves in the Jardín Botánico once again, with a peaceful view of the city lights twinkling in the distance. The beauty of the moment fills me with peace, and I feel at one with the world.

La vida nocturna en Salamanca

A medida que avanza la noche, nos dirigimos a un bar, donde músicos locales recaudan fondos para Valencia. El talento es increíble, y me quedo asombrada por la música que llena la sala. Luego visitamos un segundo lugar, un espacio lleno de arte hermoso, gente relajada, escuchando música y haciendo karaoke. Es una noche de domingo relajada, muy diferente al bullicioso ambiente del sábado por la noche, pero no puedo evitar preguntarme cómo será la energía del fin de semana. Me imagino el pulso vibrante de la ciudad, lleno de música y movimiento.

Conclusión

Mientras el día llega a su fin, reflexiono sobre las experiencias, los paisajes y los sonidos de Salamanca. Ha sido un viaje lleno de belleza, historia y momentos inesperados que me recuerdan lo preciosa que es la vida.

Por Beatriz, miembro de #Yo Me Voy Pa’ España

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