Un día para ael recuerdo en Madrid  

El decimoquinto día de mi viaje a Madrid comenzó de manera complicada. A medianoche, la electricidad se fue inesperadamente. Afortunadamente, el Wi-Fi funcionó hasta aproximadamente las 3 a.m., lo que nos permitió mantenernos conectadas con nuestras familias antes de finalmente quedarnos dormidas. A pesar del pequeño inconveniente, fue reconfortante poder mantener esa conexión en medio de la penumbra y el silencio de la noche.  

La mañana llegó tarde: la electricidad no se restableció hasta las 11 a.m., y con ella, el día comenzó oficialmente. Ducharse, comer y prepararse se sintió como una carrera contrarreloj, pero un pequeño problema con mi atuendo me retrasó. Había imaginado un look específico para el día, pero la realidad no coincidía con la imagen en mi cabeza. Un poco desanimada, recurrí a mis amigas en busca de ayuda. Con su orientación, logré armar el conjunto y mi estado de ánimo mejoró. Fue un recordatorio de cómo los amigos pueden ser una fuente de apoyo y calidez en los momentos más inesperados.  

Dos Ubers nos llevaron a un restaurante donde disfrutamos de un impresionante menú de tres platos. El viaje fue tranquilo, y la ciudad parecía brillar bajo el sol de la mañana mientras nos deslizábamos por sus calles. El restaurante era espectacular, con una atmósfera elegante que prometía una experiencia gastronómica inolvidable. Cada plato fue un deleite, pero el postre realmente se robó el protagonismo. Cada bocado se sintió como una celebración, y nos fuimos de la mesa llenos y profundamente agradecidos con nuestros patrocinadores y los generosos anfitriones que hicieron posible esta experiencia.  

Después de unas emotivas despedidas, nos dirigimos a la estación de tren, donde nos esperaba nuestra próxima aventura sobre los raíles. Era mi primera vez en un tren, y me sorprendió lo serena y relajante que fue la experiencia. Mientras el paisaje urbano pasaba por las ventanas, sentí una sensación de calma, como si Madrid mismo me estuviera regalando un momento de paz para reflexionar y absorber todo su encanto.  

Una vez en el centro de la ciudad, recorrimos las bulliciosas calles hasta que finalmente hicimos una parada en Zara. La tienda estaba llena de compradores, y la energía era contagiosa. Elegir prendas para mí y regalos para mis seres queridos en casa fue emocionante y personal, una forma de llevarme un pedacito de Madrid conmigo a donde quiera que fuera.  

Después de las compras, hicimos una parada en un bar para disfrutar de tapas y bebidas. Los pequeños platos estaban llenos de sabor, el complemento perfecto para las risas y conversaciones que compartimos. A medida que el sol comenzaba a descender, emprendimos el regreso a casa, tomando una ruta panorámica por las calles de la ciudad.  

En el camino, nos topamos con una tienda de segunda mano y un supermercado, donde hicimos rápidas paradas para recoger algunos tesoros de última hora y artículos esenciales. Increíblemente, nuestro alojamiento estaba a solo un minuto a pie del supermercado, un detalle conveniente para cerrar el día con broche de oro.  

Cuando llegamos a casa, no pude evitar sentir una inmensa gratitud por el día. Desde su inicio incierto hasta su encantador final, cada experiencia, grande o pequeña, se había entrelazado para crear uno de los mejores días del viaje. La belleza de Madrid, su ritmo y la amabilidad de las personas que encontramos dejaron una huella imborrable en mí. Sé que algún día volveré a esta ciudad, llevando conmigo los recuerdos de este perfecto día.

Por Priscilla, miembro de #Yo Me Voy Pa’ España

Tu apoyo es muy importante para nosotros. ¡Puedes ayudarnos siguiéndonos en las redes sociales y difundiendo nuestro proyecto!

Categorías: Blog

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESEspañol